José Antonio debe ser su nombre,pues aparecía oficialmente como Antonio Beltrán y
le decían
Pepe.
LA SERPIENTE MARINA
Don Pepe Beltrán era un viejo pescador semi-inválido al que
todos acudían en la Sagua de finales del siglo XIX para oir sus historias
marinas.Algunas las había vivido en carne
propia pero otro gran caudal lo había acumulado transmitido por sus colegas de pesca y vida oceánica. En una de sus hitorias nos relata el viejo lobo de mar como sus amigos que pescaban mar. afuera,peces
de profundidad,vieron en una ocasión una enorme sepiente marina muy cerca de Cayo Piedra del Obispo,al noroeste de Isabela
de Sagua a partir del cual el océano comienza a profundizarse hasta las entrañas abismales de sus dominios.Los viejos pescadores
no podían creer aquello que estaban viendo;para ellos no existía ningún animal marino que no conociesen e identificasen al
instante y esta visión se salía de su lógica y rutina marina.Delante de ellos se elevó por más de 5 metros sobre la superficie
del mar una enorme cabeza muy impresionante “del tamaño de una chalana
o bote pequeño” cuyas mandíbulas estaban abundantemente pobladas de agresivos y afilados dientes como los de una picúa
gigante,algo curvados hacia adentro de la cavidad bucal. Sus ojos eran tan amenazantes como su repulsiva boca haciéndolos
temblar por unos segundos cuando,con vista fija en ellos,tal parecía que el mostruo planeaba atacarlos de un segundo a otro.Aquella
mirada del diablo marino les pareció eterna y los tenía casi hipnotizados,ninguno se movía ni hablaba,pero estaban conscientes
que ese era el fín…¿Cual de ellos sería el primero?.
Pasó un siglo de petrificación mirando aquellos ojos de fuego que despedía el animal y de pronto,como
regalo del destino,una manada de delfines saltaron por su lado izquierdo provocando que la bestia les quitara la atención para concentrarse en los benditos salvadores. Con habilidad asombrosa el gran reptil
precipitó su cabeza contra la cuadrilla de cetáceos que a su vez escaparon hacia las profundidades con velocidad vertiginosa.Entonces
los asustados pescadores pudieron observar como un largo cuerpo de serpiente se curvó en interminable zambullida que duró
el suficiente tiempo como para calcularle “unos 30 metros de longitud o más”.
Ese mismo día los afortunados hombres
decidieron regresar a tierra para contar su incredible aventura.Todos los colegas de la costa se enteraron del insólito episodio y no dudaron ni por un instante
de la veracidad del relato,pues,estos lobos de mar jamás,en muchas décadas, habían
desertado de sus funciones de pesca,por lo que “algo grande y real” debió ocurrirles para que su limpio e envidiable
record quedara manchado por primera vez.
La serpiente marina ha sido observada en nuestros mares desde la época de la conquista al igual
que otros horrores mitológicos del misterioso océano atlántico…
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DIEGO GRILLO
Esta fascinante historia proviene de la rica tradición marina de la franja Corralillo-Rancho Veloz donde iban a descanzar
muchos lobos de mar incluyendo viejos piratas y bucaneros .La historia nosla narra un viejo profesor retirado de Rancho Veloz
al cual fuimos a consultar sobre el caso del galeón Santa Lucía donde él tuvo participación en los años cincuentas (Ver: LA LEYENDA DEL JATAL),pero curiosamente en Sagua era bien conocida esta “leyenda” por algunos amantes de la tradición que
me la contaron integramente tal y como la anoté en Rancho Veloz. Al parecer es nuestro Pepe Beltrán el autor original de las
diferentes versiones que hoy circulan por Sagua La Grande.A Pepe se le publicó sus narraciones en periódicos de fin de siglo
que hoy poseemos en nuestra colección, pero este es “un rescate oral” inédito que resultaría en extremo fascinante
de ser real ya que el protagonista dejó su historia inconclusa.Nos referimos al pirata cubano llamado Diego Grillo que en
nada envidiaba en su crueldad a sus maestros el corsario Francis Drake y el despiadado
Pata de Palo que tanto terror causaron en nuestras costas.
Esta tradición nos cuenta que el farero
de Bahía de Cádiz,siendo muy jóven en 1827, conoció a un viejo pescador en el área de la playa de Ganuza que fue su inigualable maestro en las leyes y conducta
marina como jamás pudo igualar después de sus experimentados años de acción y aventura.Su maestro era un caballero muy culto
que combinaba los buenos modales con el salvajismo de una pelea. Pero lo interesante de este encuentro no eran las enseñanzas del
maestro Don Onelio Valdés,sino la confesión final donde decidió este contarle
a su discípulo que él era el hijo de Don
Francisco Valdés,el tataranieto del temible pirata Diego Grillo que aún vivía en una finca cerca de La Panchita.El viejo tenía
90 años y conservaba toda la historia del legendario pirata contada por su padre,el bisnieto del pirata que nació en 1687,el
cual narró que,convirtiéndose en persona respetable de la zona,Don Diego cambió apellidos, árboles genealógicos y todo lo
que pudiera atarlo al oscuro pasado de la piratería,pero temeroso de su pronta
muerte lo contó todo a su hijo menor que a su vez se encargó que la cadena de confesiones continuara a lo largo de su descendencia
familiar.
Orgulloso de su valiente antepasado decidió finalmente pasar la verdad a su hijo Onelio quien se lo contó al farero
(que nunca hemos averiguado su nombre).Suponemos que el farero se lo haya contado a Don Pepe Beltrán pues ellos tuvieron contacto
en 1867 y de él provienen todos esos cuentos de mar.
Diego Grillo tuvo 6 hijos con una cubana
del sitio Hatogrande que más tarde se conoció como Ceja de Pablo;allí se retiró el temible pirata donde murió a los 82 años
de edad sin que nadie pudiera identificarlo, pues además de su total transformación,un curioso acontecimiento vino a sumarse
a su suerte final;resulta que a los 50 años ya el pirata se sentía cansado y con buena fortuna para disfrutar por lo que decidió
retirarse tomando su puesto otro mulato que confundió por muchos años a los españoles los cuales pensaban que se trataba del
mismo Diego Grillo y que incluso
se hizo llamar Diego al igual que el viejo pirata.Don Onelio le contó con orgullo,como su antepasado disfrutaba desde la comodidad
de su finca “las hazañas de su doble”;incluso desde Inglaterra donde viajaba a menudo con toda su familia a otra
hacienda que poseía.
El menor de sus hijos,con una historia muy activa en
1640, fue el cabecera del árbol genealógico que llega hasta Don Onelio a partir
del cual muy poco se conoce aunque se reconoce como tronco del 40 porciento de los Valdés de la jurisdicción de finales del
siglo XIX.
En la antigua jurisdicción de Sagua La Grande tenemos dos
“huespedes”,según leyenda,que decidieron dejar atrás sus tristes pasados de sangre,uno de ellos lo es el pirata
cubano Diego Grillo (1558-1640) y el otro lo es el legendario corsario francés
Jean Laffite (17xx-18xx) de cuya descendencia proviene la familia de nuestro
actual coterráneo Rafael Rasco residente en Long Island pero que vivió muchos años de juventud en la Villa del Undoso desde
donde se origina toda la trama de su fascinante libro: “de guacamaya a la sierra”,el cual recomendamos a los amantes de las leyendas.
No existe ninguna duda de que el norte de Las Villas constituyó
un definitivo refugio o retiro para muchos “hermanos de la costa” ya cansados de sus aventuras oceánicas…
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LOS BARCOS NEGREROS
La terrible “trata negrera” aún existía en Sagua.
Este es un hecho que aunque Pepe los contaba junto
a sus leyendas, hay que apartarlo como un un hecho real,histórico y registrado legalmente en los archivos del gobierno de
Sagua.Los primeros periódicos lo comentaron y luego Don Antonio Miguel Alcover
y Beltrán hizo un resumen en su
brillante “Historia de Sagua”.Contaba Don Pepe,que encontrándose
en el área de Las Pozas fue localizado a presentarse ante un grupo organizado
por el Teniente Gobernador Don Joaquín
Fernández Casariego que iba a la cacería de un grupo de negreros que se preparaban para partir hacia Africa.Don Pepe era muy
conocido en toda la región como un lobo de mar conocedor de la cayería Sabaneque mejor que nadie y Casariego,que deseaba el plan perfecto,decidió usar sus buenos oficios.
De La Habana había salido el 19 de Abril de 1852 una goleta costera equipada
con pertrechos para el bergantín “Brasil” alias “Emperatriz”,que se escondía en
un punto de Falcón en Cayo Bahía de Cádiz preparándose con el bergantín “Palmira” alias “Celmiral”,
para marchar ambos rumbo a Africa para continuar con la odiada trata negrera
que ya iba quedando en el pasado.Con gran dignidad Casariego quería impedir este
crimen a toda costa, y preparó una buena expedición para que su plan fuera perfecto
y poder atrapar a los delincuentes. Para esto eligió al Teniente de Caballería Don Pedro Pastors y al Teniente de la 2da Compañía de Mérito Don Mariano Marcuello
con una tropa de 24 soldados, además del Licenciado José Ignacio Rodríguez como asesor legal, y de esta forma partieron el 27 de Abril de 1852 a bordo del famoso
Vapor “Sagua La Grande” que había sido el primero construído en Cuba por los sagüeros “Beronda Hno. y Cía.”.El
vapor iba dirigido por el patrón Don José Silva,pero bajo la respetada opinión de Don Pepe,que según expresó despues Casariego:”era
de su absoluta confianza para la ejecución de sus operaciones”,a diferencia de Silva que no tenía mucho espíritu de
cooperación y que luego declaró que”se le obligó por la fuerza a conducir
el barco”.
A las 5 de la tarde de haber zarpado localizaron
al bergantín “Emperatriz” y lo abordaron, comprobando que no poseían papeles,ni jefe o capitán alguno,por lo que
los 47 hombres allí sorprendidos fueron detenidos y conducidos al vapor,haciéndose
cargo Don Pepe Beltrán del bergantín que lo condujo con algunos soldados hasta el ingenio Delta en el río Sagua La Grande.En los Falcones encontraron el otro bergantín sin tripulación.Todo el éxito de la mission se debió a las habilidades de Don Pepe al rodear
el cayo por recovecos que el solo conocía.Los prisioneros fueron alojados en la casa del Dr. Alejandro Largargett que
estaba el la calle Ribera y Clara Barton ya que la primitiva cárcel no tenía la suficiente
capacidad para tantas personas.
Don Joaquín Fernández Casariego demostró una
vez más su integridad como gobernante y ser humano, el pueblo le aplaudió aquel
gesto de piedad y valentía a la vez, y Don Pepe orgulloso narraba su hazaña por todas las tabernas de la jurisdicción.
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